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margaritas a los cerdos |
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telelixo / telebasuraReproduzo charla sobre o autocontrol da televisión (creo que tema de intesese)El autocontrol de los medios de comunicación (en especial la televisión). Este es un tema de moda debido al debate que distintos colectivos e instituciones están promoviendo al respecto. Debido también al reciente código de autorregulación sobre contenidos televisivos e infancia suscrito por las televisiones que operan en España. Es evidente que el término “autocontrol” es un eufemismo. Las televisiones son ante todo empresas, y la dinámica que impone el mercado excluye la posibilidad de cualquier autocensura. La empresa como sistema lógico tiende a la maximización de beneficios. El “autocontrol” no es más que una imposición legal, una imposición que los ciudadanos hacen/hacemos a unas determinadas empresas, que por su particular importancia pública, debieran ser “controladas”. Los concesionarios de televisión son empresas que van a gestionar y a valerse de bienes públicos (espacio radioeléctrico, suelo, espacio aéreo, etc.) y que van a afectar a intereses públicos.¿Cómo no van a poder las instituciones de un estado democrático velar por el cumplimiento de los principios inspiradores del propio estado de derecho? (otra cosa son las particulares condiciones de la concesión y el plazo de la misma). Las críticas recibidas en este sentido a estas iniciativas merecen a mi juicio poca atención. Permitidme pues centrar el debate. Siendo evidente el interés público de un medio de comunicación con esta capacidad de penetración en los hogares, ¿dónde están los bienes jurídicos a tutelar y dónde los instrumentos susceptibles de violarlos?. Los bienes jurídicos a tutelar los conocemos todos: educación, formación, libertad religiosa y de pensamiento, derecho al honor, protección de la infancia y la juventud, salud pública, publicidad, derechos de la minorías, etc. A medida que los enumero a todos se nos ocurre que todos ellos han sufrido numerosos ataques en las últimas décadas: qué pervertidos están nuestros niños, qué afectada la salud pública, que mancillado el honor de las personas, y podríamos seguir hasta repasarlos todos. Bien, pues en los últimos años tengo la intuición de que hemos encontrado al culpable: la televisión. Me da la sensación de que con ella se emplea el viejo método de las novelas de serie negra: aplicar una paliza a los supuestos sospechosos con la intención de conseguir alguna respuesta sobre algún supuesto delito. Fuiste tú, televisión, confiesa, fuiste tú la que pervertiste a nuestros jóvenes, la que has contribuido a crear una sociedad más violenta, verdad?, confiesa, fuiste tú. Pero, dinos, ¿cómo lo has hecho?. No sabemos. No sabemos nada. Ni el delito que se le imputa ni la técnica que ha seguido, pero por lo de pronto que ese sospechoso no aparezca por los alrededores de los colegios de nuestros hijos en horario lectivo. Algo parecido a este burdo método es el aplicado, en mi humilde opinión, y con los respetos debidos, en este código de autorregulación suscrito por los operadores españoles. Efectivamente no sabemos cómo lo ha hecho nuestro sospechoso. Porque desconocemos qué es la televisión. ¿es alguien tan ingenuo de pensar que eliminando las escenas de sexo explícito, violencia, el sexismo, el racismo y todos los demás ismos de la televisión tendremos una televisión inocua, “buena”?. Permítanme hacer algunas reflexiones al respecto de esa supuesta inocuidad de la televisión. - la televisión incita a la dramatización, a la espectacularidad. - La información sufre una producción colectiva. Los periodistas de televisión leen antes todos los periódicos, conocen otras informaciones de otras cadenas y de la propia. Ya no sólo comparten fuentes y puntos de vista, comparten también “la información sobre la información”, qué es lo importante, cómo decirlo, qué imágenes utilizar. Pregunta el sociólogo francés Pierre Bordieu a un director de informativos “¿por qué le da más importancia a esto que a aquello? Es evidente”, le responde. Este señor ocupa ese puesto porque sus categorías de percepción se ajustan a los requerimientos objetivos. (por ejemplo, que es más importante el parricidio que acontece en Cuenca que el problema de los sin-techo que hay en España, estado con una Constitución que garantiza una vivienda digna). Y todo esto que digo lo digo al margen del control político, que ese es otro asunto de todos conocido. - Estamos construyendo una lógica de programación, pero también una lógica de información y de estructuración de las noticias orientada a la maximización de la audiencia. Nos invita amablemente a este foro la Asociación de Periodistas de Galicia. Yo le pido esta Asociación y a todos los que ejercen esa noble profesión que reflexionen sobre esto. - Habrá quién piense que estoy exagerando. En absoluto. o Piensen ustedes en las noticias que se privilegian: pongo por caso algo en lo que seguro estarán de acuerdo. La crónica de sucesos o la crónica rosa. Si se habla de estos asuntos, de evidente poca o nula importancia social, es porque no se habla de otras cosas en su lugar. o Piensen ustedes en el moderador de un debate en el que se eligen los participantes, el decorado, incluso a veces unas imágenes para ilustrar el tema de debate. También es común hacer una especie de guión con preguntas previas a los invitados de manera que el conductor se haga una idea de “por dónde puede ir”. Piensen ustedes en que ese mismo conductor gestiona la urgencia del tiempo, gestiona la supuesta inteligencia del televidente “disculpe pero no le he entendido bien” (normalmente el televidente se toma por imbécil, ya que nunca son admitidas por ininteligibles reflexiones de peso), gestiona incluso el sentido común, “pero, díganos, aprueban o no ustedes tal cosa”. Vean ustedes un programa como 59 segundos o similar y saquen sus conclusiones. Quiero que sean ustedes conscientes de que ante un telediario de las 9 de la noche se reúnen más personas de las que leen los diarios en España. Y ahí aparece la verdadera ideología de la televisión: ninguna. Que inexacto acabo de ser. Por supuesto que hay una ideología. Opera aquella información circular y homogeneizada de la que hablamos, opera el “para todos los públicos”, el “no vamos a herir a nadie, no vamos a ahuyentar a la audiencia”, confirma cosas sabidas y no altera en absoluto las estructuras mentales del televidente. “Ha tenido usted un día duro, ahora vamos a informarle y luego a divertirle” podría ser el eslogan de los informativos. Decía André Gide que con buenos sentimientos se hace mala literatura, pero con ellos es probado que se suben los índices de audiencia. Pero no quiero que saquen ustedes la conclusión de que considero “mala” o “perversa”· a la televisión. Sólo pretendo decir que tiene un gran poder, y ese poder está al servicio de una ideología, y que las ideologías, como saben ustedes, no germinan en el sótano de un ideólogo, sino que las construimos entre todos, algunos pretendiendo algo (casi siempre llenos de buenas intenciones aún estando equivocados) y otros pasivamente, legitimando cosas que poco a poco van tomando más importancia de la que creíamos. Lo que pretendo decirles es que la televisión está en manos de fast-thinkers. Los contertulios, incluso de los telediarios o de programas de crítica, son personas habituadas a pensar y hablar muy rápido. Esto es obvio que sólo se puede hacer navegando entre “clichés”, y repitiendo pensamientos y reflexiones oídos aunque con apariencia de serios o sensatos. Es siempre difícil hacer este tipo de aseveraciones: “la televisión tiene un gran poder”. Al igual que no nos apetece ver una crítica más aguda, más inteligente en un programa de máxima audiencia, tampoco nos apetece oír estos pensamientos retorcidos después de la buena comida que nos han dispensado hoy. La televisión tiene un gran poder suena a teoría conspiratoria. Pero piensen ustedes que ya Goebbels concibió la televisión como un instrumento de propaganda colosal. Nace con la pretensión de ubicuidad, de omnipresencia. Debe rodearnos para contarnos el cuento de la vida. Es la nueva realidad. La televisión y las productoras de informativos son empresas de producción de realidad: Noticias reales -> cámara + redactor -> editores -> emisores = nueva realidad. (sólo 50 personas estaban delante del incendio pero millones han visto ese incendio. El incendio más real es sin duda el televisado). Estas empresas de producción de realidad (media o medios) sustituyen al antiguo primer y segundo entorno (entorno natural y entorno socio-cultural). Pero la novedad frente a otros medios de comunicación es que la televisión busca un modelo interactivo (crean opinión y se hacen eco del efecto social): el culmen de este modelo es la televisión interactiva, lo que la televisión siempre quiso ser de mayor y está a punto de cumplir. La televisión tiene así mismo la pretensión de ser espejo de la sociedad, representación de la masa, pero esto no es posible, ya que la masa se ha transmutado en una esponja que lo absorbe todo. Pero las televisiones mantienen la ilusión del espejo de la masa (imagen de cadena), de representantes de los ciudadanos que los siguen (televidentes fieles a la cadena). La televisión-esponja evoluciona a un ritmo frenético: las parrillas se renuevan todos los años incluyendo a través de los géneros (cada vez más polimorfos, más indiferenciables) todas las novedades del mundo: es un gran espejo del mundo. Si han visitado alguna vez el mercado de televisión de Cannes, verán la pretensión de recoger en productos televisivos todas las novedades: políticas, de consumo, artísticas.... Cualquier cosa que pueda interesar al espectador es admisible en algún recoveco de la parrilla de programación. Pero la televisión es el electrodoméstico amigo, frente al elitismo de otros medios, la televisión llega a todos y es querida de alguna manera por todos. Y de esta manera la televisión redefine la política: los políticos empiezan a actuar para la televisión (luz roja en los mítines, los políticos en programas como 59 segundos). Y es que el poder político ha reaccionado, está lanzado obsesivamente a llamar la atención de la masa, a inventar nuevas estrategias de poder que funcionen sobre el ansia de espectáculo que reclaman las mayorías, a montar cada acto según las leyes que exige el show para que tenga su lugar en la pantalla. La videopolítica entonces desacraliza la política, y la banaliza, crea la ilusión de mayor cercanía entre políticos y ciudadanos. Lo audiovisual está llamado a ser el nuevo foro de relación entre gobernantes y gobernados. Lo que la democracia de partidos no consiguió, la identificación entre la sociedad y los partidos, lo ha conseguido la televisión: la identificación entre esta sociedad y las cadenas de televisión (v.g. reclamo de “Telecinco” en la manifestación de Nunca Máis en los bares de Santiago frente al desapego de los manifestantes con los partidos de la oposición). Lo que quiero decir es que el código de regulación suscrito, y el actual debate sobre la autorregulación es a mi juicio ingenuo e impreciso. El código está lleno de conceptos jurídicos indeterminados: sexo, violencia, morbo,... Me remito al demoledor libro de Gustavo Bueno “Telebasura y democracia” que pone en evidencia todas las falacias e inexactitudes cometidas. La televisión basura es a mi juicio la televisión acrítica, la televisión que no estimula el pensamiento crítico. Es esa televisión que está sustituyendo a las clásicas instituciones de un estado de derecho de manera irresponsable, que está poniendo la ideología en manos del mercado, de los comerciantes (esto último lo pensamos Berlusconi y yo, que cada vez coincidimos más). Hemos construido un arte y un pensamiento durante siglos. Imagínense ustedes a Martín Heidegger acomodando sus pensamientos al medio televisivo, haciendo de “Ser y Tiempo” un formato de televisión, imagínense a Bach creando “La pasión según san Mateo” pensando en audiencias. El razonamiento como el arte llevan su tiempo, y en toda la historia de la humanidad han sido disciplinas con poca audiencia. Está bien que el monstruo de las galletas ya no coma galletas y coma verduras. Nuestros niños nos lo agradecerán, pero además enseñémosle a los niños y demás ciudadanos que es más importante que se hayan muerto mil civiles en Irak que el parricidio de Cuenca, que es más importante el exterminio de 800.000 personas en Ruanda ante la pasividad internacional que la muerte de Lady Di, que en Galicia hemos sufrido la mayor catástrofe ecológica de nuestra historia reciente, que en occidente llevamos décadas aplaudiendo el genocidio palestino, que el día 20 de junio de 2002 en España había una huelga general, y que no respetamos la letra y el espíritu de nuestra sacrosanta Constitución a pesar de que el sintecho no aguante dos asaltos en un debate frente a uno de nuestros fast-thinkers porque el formato del programa evidentemente no está hecho a la medida de los pobres ni de los dubitativos. Es urgente abrir un gran debate en torno al nuevo Leviatán: la televisión. El que hay abierto es a mi juicio ingenuo, ligero. 2005-05-03 a las 13:34 | ElDa | 7 Comentarios | # Referencias (TrackBacks)URL de trackback de esta historia http://elda.blogalia.com//trackbacks/29380
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